Robert Huber
«Un arquitecto molecular». Así definió ayer Miguel Ángel de la Rosa, catedrático de la Universidad de Sevilla (Departamento de Bioquímica Vegetal y Biología Molecular) y director del Centro de Investigaciones Científicas Isla de la Cartuja, a Robert Huber, premio Nobel de Química en 1988, al describir su trayectoria ante un auditorio integrado mayoritariamente por investigadores y empresarios que respondieron a la convocatoria del Foro Joly, patrocinado por Iberdrola en esta edición.
El profesor Huber (Múnich, 1937), que entre sus muchos reconocimientos cuenta con el de ser profesor honorario de la Universidad de Sevilla (actualmente trabaja en el Instituto Max Planck de la ciudad alemana de Martinsried), centró su intervención en torno al interrogante sobre si la fotosíntesis biológica puede constituir un paradigma aplicable a las tecnologías relacionadas con las energías renovables. La respuesta, según Huber, es que no. El científico alemán, que recibió el Nobel de Química junto con Johann Deisenhofer y Hartmut Michel por sus estudios sobre la fotosíntesis de las cianobacterias a nivel molecular, hizo un repaso al proceso que permite la conversión de la energía lumínica en energía química. Huber fue capaz en sus investigaciones que le valieron el máximo galardón científico internacional de establecer la posición exacta tridimensional de los más de 100.000 átomos que componen el complejo de una proteína esencial en el proceso. Así que, indudablemente, su autoridad al explicar que a algo que está resuelto en la biología -«vivimos de la fotosíntesis, respiramos el oxígeno que se genera en ese proceso»- no tiene por qué atribuirse una elevada eficiencia energética, es difícilmente cuestionable. «La fotosíntesis no es un paradigma aplicable a la energía fotovoltaica, pero el estudio de sus mecanismos de regulación demuestran que sí se puede aprender mucho de lo que significa la adaptación a un entorno cambiante. Ni más ni menos, es la división del oxígeno a partir del agua lo que hace posible el inicio de la vida en la tierra». Situándose en una perspectiva global, el científico alemán ofreció un recorrido por las diferentes fuentes de energía y constató el escaso protagonismo de las renovables. Se mostró «escéptico» ante la energía eólica, remarcó la relevancia de la hidroeléctrica y apostilló que «no se puede cubrir un país fértil con paneles solares», oponiéndose a la instalación de células fotovoltaicas «en terrenos agrícolas». «La energía fotovoltaica es cinco veces más cara que la hidroeléctrica», explicó Huber. El Nobel alemán se refirió también a los problemas asociados a los días sin sol ni viento en este contexto y criticó la decisión del Gobierno de su país de cerrar las centrales nucleares: «No tiene sentido, hay centrales nucleares en países vecinos a doscientos metros de la nuestra frontera», dijo.